Europa del Este está lleno de ciudades “joya”: urbes de preciosa arquitectura y con un rico patrimonio que se mantienen tranquilas y ajenas a los frenéticos ritmos de las otras capitales europeas. De una de ellas, Budapest, hablé el pasado invierno en STYLE 4 LIFE. Hoy toca hablar del tímido encanto de Bratislava.
Cuando llegué aquí la ciudad me recibió con un olor a chimenea por la calle ¿o era horno de leña? a pesar del tiempo veraniego.

En ocasiones asocio inconscientemente a cada ciudad un olor- de Londres diría que es una mezcla de especias, grasa de comidas y humedad de invierno-. Bratislava es chimenea.
En el centro de Bratislava hallarás terrazas en patios interiores donde cenar o tomar helados. Y puedes tomarte una deliciosa Zlaty Bazan –cerveza- en terrazas a pie de calle junto a la puerta de San Miguel viendo pasar a la gente sin prisas. La gente conversa y pocos son los que se entregan a la esclavitud o adicción de los celulares.

Más aún, la gran mayoría de la gente camina mirando a su alrededor- y no cabizbajos pendiente de un teléfono.
La música está muy presente en la ciudad. Lejos del clásico acordeón de los músicos del este es posible asistir a conciertos de arpa en el jardín de un restaurante, o escuchar a un solitario pianista en un patio tocando ajeno a sus espectadores clandestinos…Momentos singulares

El monumento principal es un castillo inmaculadamente blanco y absolutamente restaurado en lo alto de la ciudad con vistas panorámicas de Bratislava.

Es un paisaje algo ecléctico en el que al otro lado del Danubio se erige algún distraído rascacielo. Destacan las iglesias en el centro, que un simple jueves por la tarde pueden llenarse fácilmente y con gente joven a la que no le tiemblan las piernas al arrodillarse durante la liturgia.
Su gente es de una educación y discreción innata. Te ceden el paso si ven que caminas con maletas en lugar de adelantarte, se ofrecen a bajar tu equipaje por escaleras o colocártelo en el compartimento del tren. Y sin inmutarse ni fingir una obligación de cortesía, simplemente con su mejor voluntad. ¿Será que las ciudades grandes y bulliciosas te acaban haciendo más insensible o egocéntrico? No me imagino ni en Paris, Madrid o Nueva York gente interrumpiendo su frenético y estresado ritmo diario para percatarse de estas pequeñas necesidades. Aunque gente amable hay en todas las ciudades, sin duda.

Como no es de extrañar las tendencias tardan más en llegar aquí. A diferencia de otras ciudades no destinarás demasiado tiempo al shopping, ni sucumbirás a la dictadura del consumismo, los grandes imperios de la moda no se prodigan demasiado. La calle comercial Ochobdna se recorre en pocos minutos. Tranvías, personas, buses o trolebuses, transitan por esta concurrida calle al mismo nivel, sin acera ni bordillo. Su tranquilidad lo permite.
Encontré contrastes en los precios, siendo un país que aún resulta barato para Europa occidental. Un billete de bus cuesta prácticamente lo mismo que el acceso a un baño público. En la estación de tren hay personal que te lleva las maletas por las escaleras -no mecánicas- hasta tu vía del tren sin esperar propina ni remuneración alguna. ¡Nada que ver con los “gorrillas” de Madrid o los «arrumadores de Lisboa!
La gastronomía me resultó fácil y versátil. Me decanté por platos tradicionales y rápidos. He de decir que su presentación dejaría a más de un gastrobar hipster boquiabierto por su sencillez y presentación “vintage”: sopas en recipientes de acero, carne servida en frascos de cristal estilo compota. Los desayunos también me llamaron la atención, al menos en el cinéfilo hotel en el que me alojé (Hotel Film), donde si eliges el desayuno “Sylvester Stallone” te sirven 3 huevos fritos unidos con jamón en una sola pieza, con una guarnición de vegetales crudos.
Es como si existiera una burbuja sobre estas ciudades que las hace más auténticas y naïf, no se puede decir que sigan el mismo modelo de conducta de las ciudades occidentales. Como ya observé en Budapest aquí flota el adormecimiento al capitalismo de las antiguas repúblicas socialistas.

Bratislava no recibe hordas de turismo como su vecina Praga, pero tiene potencial aunque sus recursos sean más modestos, se mantiene en un letargo…¿perfectamente estudiado?
Pilar
STYLE 4 LIFE
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