Ha sido notorio el crecimiento del culto a los hábitos saludables. Muchas personas pensarán que no es más que una moda como otras que fueron efímeras, pero yo no lo creo así. Está más que probado que nuestra alimentación puede tanto matarnos como salvarnos, y también puede envejecernos o rejuvenecernos. Los alimentos pueden ser curativos.
Las enfermedades asociadas con los malos hábitos están aumentando en Portugal. Uno de cada cuatro ciudadanos tiene o va a tener cáncer, ¿da miedo, no?
Tras miles de horas de investigación, buscando tratamientos y terapias para mi hijo que fue diagnosticado con autismo a los tres años, me encontré con la palabra «dieta». Durante algún tiempo la rechacé.
«Excluir el gluten, excluir la caseína, excluir el azúcar, excluir la soja» eran demasiadas restricciones para imponer a un niño que ya tenía un abanico muy reducido de alimentos. Pero el hecho era que mi hijo cada día estaba más delgado, debilitado y con signos de desnutrición. Intercambié muchos correos electrónicos con madres de niños en el espectro del autismo, algunas de ellas profesionales de la salud o terapeutas que me guiaron poco a poco a cambiar la gastronomía en la mesa.
Mi lucha era diaria pues mi hijo creía que podía vivir sin comer, llegando a la desesperación de comer arena en la playa o insectos. Una vez más la medicina convencional nada podía hacer por nosotros a menos que alcanzara una cantidad determinada de días sin ingerir alimentos y ser así internado en una clínica dirigida a disturbios alimentarios.
En mi camino por recuperar al hijo que durante tres años parecía preso dentro de un cuerpo debilitado, me dejé llevar por los llamamientos de él, que siempre me dijo que los animales son nuestros amigos y por eso no los deberíamos comer, y también de su hermana que había decidido cambiar radicalmente los alimentos que tomaba y contrariando mitos … tenía una salud óptima. ¡Esos alimentos fueron curativos!
No puedo explicarlo exactamente, pero recuerdo la sensación de éxito que tuve cuando le comuniqué a mi hijo que no le obligaría a comer animales, y todos en casa lo íbamos a respetar, en la medida en que él …aceptase comer verduras .
Como ya conté anteriormente al hablar del veganismo, al principio me resistí a abandonar la ingesta de huevos, creyéndolos indispensables, ni el queso por mi vicio inmenso, pero no fue nada que en un año no pudiera resolver. Aproveche que en aquella época estábamos haciendo un tratamiento de medicina china y lo aproveché como una nueva oportunidad para tomar alimentos nuevos.
En resumen, puedo decir que mi hijo ingirió sopa por primera vez la Navidad de 2013, con siete años. Os preguntaréis cómo sobrevivió hasta entonces. Con muchos suplementos vitamínicos, y lo básico que lo mantenía vivo: pasta y filetes empanados de pescado (sin que él sospechara que era pescado), pan y unas galletas.
Aquella fue la Navidad que había esperado tanto tiempo. Alimentar a un hijo es fundamental y yo me sentía incapaz. Pero mediante la sopa yo podía añadir todos los nutrientes y alimentos y con ello intentar compensar la escasez de los mismos anteriormente.
Pasar de la sopa a los sólidos fue un proceso más lento de lo habitual en bebés y necesité mucha paciencia y dedicación para triturar todo para mi «bebé» que tenía ya siete años. Sólo en 2017 pasó a comer finalmente de todo, como cualquier otra persona, sin que yo tuviera que triturar.
Lo que un vegano come obviamente son verduras, frutas y leguminosas del mundo sin infligir daño a ningún animal. Al mismo tiempo que él ingería alimentos ricos, se mostraba más enfocado y activo, y cuanto más activo estaba, más apetito tenía; fue nuestro éxito.
Los cambios afectaron también a la selección de los alimentos, siempre orgánicos y de temporada, comidas elaboradas al momento y claro con dosis doble de dedicación.

Comer es hoy un placer para él, y como para cualquier otro niño tiene sus alimentos predilectos y los que menos gusta, lo cual respeto y trato de transformar: el aburrido brócoli en puré o la irritante coliflor en sopa. Eso es responsabilidad mía.
Nuestro pelirrojo tiene ahora doce años, una salud de hierro y está prácticamente fuera de peligro.
Esta dieta détox será de por vida para él ya que su organismo es diferente al nuestro, absorbiendo todo lo que ingiere sin el filtro que por norma todos tenemos.
Todas las terapias nos ayudaron, homeopatía, los animales, la natación, el Son-Rise, pero la pieza clave fue la nutrición.
¡Y mucho más! El contagio de este buen hábito llegó a sus abuelos que ganaron salud y dejaron toda la medicación, a su hermana que también lo sigue y a mí que me siento como nunca, me he curado incluso de una anemia que parecía crónica.
«Desencaminé» a decenas de personas, a cambiar sus hábitos, ofrecí recetas, les enseñé a leer bien las etiquetas y ahora veo con agrado la calidad de vida que esas personas han ganado.
Nunca aquella célebre frase tuvo tanto sentido: «Somos lo que comemos.»
Dulce de Sousa
Style4life
Quando comecei a ler em espanhol, pensei: esta é a história da Dulce e do seu Ruivo.
Quando vi quem assinava, esbocei um sorriso…claro que sim, só podia..
Parabéns Dulce!
Obrigada Elsa! Quando há oportunidade de partilhar a mensagem que a medicina está na nossa mesa, eu aproveito. Beijinho!