Cumpliendo con el calendario de la distinguida temporada 2017/2018, el Teatro Real estrenó el pasado 12 de abril Gloriana, también conocida como la obra maldita de Benjamin Britten (1913-1976), compositor británico. La obra se anuncia con un retrato de Isabel I menos habitual, con rostro avejentado y rasgos duros.
Esta ópera se representó por primera vez en 1953 en la Royal Opera House de Londres con motivo de la coronación de la actual Reina Isabel II. La obra esta basada en el reinado de Isabel I de Inglaterra. Su estreno hace sesenta y tres años no tuvo buena acogida por parte del público asistente, aristocracia, políticos… en resumen un púbico conservador que no apreciaba la calidad musical.
En esta nueva representación actual pudimos disfrutar de una puesta en escena grandiosa, el escenario estaba formado por unas plataformas giratorias imitando a meridianos. En la parte superior dos esferas y una elipse metálica que también tenía movimiento según las escenas, el conjunto ofrecía una imagen hemisférica. Los personajes gozaron de un suntuoso vestuario isabelino diseñado por Brigitte Reiffenstuel.
Si hablamos de su música, hay mucho que decir. De gran calidad, de hecho en el II acto nos ofrece una riqueza camerística. Podríamos añadir sólo algo menos a su favor y es que su partitura no expresa la solemnidad ni dramatismo de la obra, le falta un poco de expresión en determinados momentos.

El conjunto de las voces, coros y orquesta fue un deleite sonoro para todos los asistentes.
Gloriana está compuesta por tres actos, a los dos primeros podríamos mencionarles como costumbristas y cotidianos, es en el tercer y último acto donde la obra gana fuerza con respecto a su argumento y expresión.
La Reina Isabel I (conocida como Gloriana) sintiéndose traicionada por el conde de Essex cuando éste le confiesa su fracaso en Irlanda, ella desata su ira y se ve en la necesidad de condenarlo. Debe anteponer el deber por su patria al de sus sentimientos amorosos hacia el conde. Oh, controlar los sentimientos y emociones qué tarea más difícil…en muchos casos, resulta imposible.
Finalizamos en un mar de aplausos interminables acompañados por multitud de “bravo, bravo”, todo un broche de oro y emoción.
Lucía Martínez
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